La
primera noche
y
las noches que siguieron
mi cuerpo te adoró
y
tus manos me hicieron soñar.
Me
salvaste de perderme
en
la tristeza,
me
devolviste los sueños;
me
hiciste florecer.
Aún
hoy
cada
noche al regresar a casa
vuelves
mi cuerpo
el
territorio
de
tus amores,
la
razón de tu alegría.
Y
después del amor,
cuando
reposamos
uno
junto al otro,
me
miras a los ojos
y no
quiero despertar de tu sueño
para
no descubrir
que
nunca has estado entre mis brazos.
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